Una persona bastante enterada de los entresijos de la política vasca –me da que a veces bastante más enterada de lo que ella misma quisiera– me hacía no hace mucho, con la sonrisa en los labios, una confidencia sobre Txeroki, al que los expertos de la prensa madrileña consideran el máximo cabecilla del terrorismo vasco. “Gente de ETA me ha asegurado que el seudónimo de Txeroki no corresponde a nadie, personalmente”, me dijo.
“¿Como Artapalo?”, le pregunté.
“Exacto”, respondió.
Artapalo fue un nombre de guerra colectivo del que la dirección de ETA se sirvió durante un tiempo. Artapalo eran todos ellos y ninguno de ellos en concreto.
Yo comprendo que hay gente que tiene que escribir y hablar sobre el nacionalismo vasco, sobre Euskadi y sobre ETA casi todos los días, porque ejerce en los medios capitalinos de vascóloga y etóloga profesional y ha de ganarse el sustento, pero la verdad es que, como se trata de comentaristas que lo poco que saben está tan contaminado que debería ser más competencia de Medio Ambiente que de Interior, sueltan lo que sea, incluyendo los absurdos mayores. Más responsabilidad que ellos tienen los jetas que los jalean sabiendo que no saben nada, aunque traten de ocultarlo.
Hacedme caso: no nos hagáis caso. Los menos perversos, si es que queda de eso en los medios de comunicación, somos los vascos socráticos –curiosa mezcla– que reconocemos modestamente que en realidad no sabemos casi nada, porque todo es demasiado fluido, demasiado improvisado, demasiado casual, demasiado impredecible.
Bueno: todo no. Nos consta que muchas de las cosas que se dan por hechas en los medios capitalinos son mentira. He mentado lo de Txeroki y Artapalo a modo de ejemplo, pero podría proporcionar muchas más muestras. ¿Sabíais que Arzalluz nunca presumió del RH negativo de la sangre de los vascos? Entre otras cosas porque él tiene el RH positivo y nunca lo ha ocultado.
No como yo, que lo tengo negativo porque mis antepasados fueron, dicho sea en orden disperso, del Roselló, de Haro, de Ourense y de Graná.
Se cuentan tantas mentiras que da pena.
No por quienes las dicen, sino por quienes se las toman en serio.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada