[No puc resistir-me a reproduir -de nou- l'article de Javier Ortiz de l'edició d'avui (27/III/08) del diari Público]
Un grupo de vecinos de los distritos de Carabanchel y Latina de Madrid han puesto en marcha una petición pública para que una parte del recinto de la cárcel de Carabanchel, que fue cerrada ahora hace diez años y sigue sin tener un futuro claro, se convierta en centro de serena evocación de (y de homenaje a) la lucha contra el franquismo.
Me piden que respalde su iniciativa. Y lo hago, claro.
Cuando se decidió la clausura de ese Centro de Detención de Hombres –era su denominación oficial, creo–, no sé quién organizó una visita de ex presos supuestamente ilustres y me incluyó en la lista. Se trataba de que echáramos un último vistazo al sitio en el que habíamos estado encerrados. Acudí con más curiosidad que morbo, pero admito que al final me impresionó toparme con la que fue mi celda, en la segunda planta de la 3ª Galería.
Hace un par de días se cumplió el aniversario del día en el que el Tribunal de Orden Público (la Audiencia Nacional de entonces) decidió permitirme abandonar aquel lugar, dando por suficiente el tiempo que ya llevaba recluido.
A decir verdad, Carabanchel no fue, ni de lejos, la peor cárcel por la que pasé. Y eso que, bien a mi pesar, conocí unas cuantas: la de Martutene, cerquita de mi pueblo, y la de Salt, junto a Girona, y la de Lleida (“de presos mai n’hi manquen”, como dice la bella canción popular), y la Modelo (sic) de Barcelona, y la de Torrero, en Zaragoza, y la de Alcalá, y la de Burgos, y la de Ocaña… O sea, bastantes.
La de Carabanchel tenía el encanto de las grandes urbes: éramos muchos, y muy variados. Curiosamente, ninguno del PSOE. (Quiero decir del de entonces. Del de ahora, la tira.)
Podrá pareceros de coña, pero en aquel tiempo del que hablo, con el Caudillo más pa’llá que pa’quí, no se vivía nada mal en Carabanchel. Bromeábamos diciendo: “¡Esto sí que es paz! ¡Uno de los pocos sitios de España donde estás a salvo de la Policía de Franco!”.
Puestos a buscar una buena sede para un Museo de los Horrores del franquismo, habría sitios mejores. Por ejemplo, los sótanos de un cierto edificio de la Puerta del Sol, en Madrid, donde solían torturarnos. Pero parece que sigue ocupado.
Foto: Un preso en la ventana de su celda, en la séptima galería de la cárcel de Carabanchel
Autor: Uly Martín (publicada a la secció Enfoques de Diagonal nº71). La foto forma part de l'exposició 'Cárcel de Carabanchel: de la represión al olvido'.
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