diumenge, 2 d’agost del 2009

"Una gigantesca reserva de caza del tamaño de Euskadi" (en Mozambique)


Fa un temps (13/VII/09) vaig llegir un reportatge de Manuel Ansede molt bó (d'eixos que no abunden) en Público, conegut diari de submissió extrema als interessos del PSOE, sobre l'afició del rei d'Espanya, eixe subjecte que compta amb la legitimitat atorgada per Franco i amb un fosc historial (multitud d'amics processats per delictes econòmics: Mario Conde, Javier de la Rosa, Manuel Prado y Colón de Carvajal, José María Ruíz Mateos -tots ells condemnats per diferents motius-), a assassinar animals en diverses modalitats, formats i espècies.

El principi ja és divertit. En un acte de solidaritat i tendresa extrema la reina Sofia salva de la depressió a una elefanta -Susi- que estava deprimida i es jalava els seus propis trunyos. [Açò no és cap infàmia inventada, va ocòrrer!].

Amb aquesta anècdota com a escusa, el periodista detalla els episodis més sonats del rei amb la caça. I si és cert que emborratxar un os per a assassinar-lo més tard podria ser el guió d'una pel·lícula ianqui estil 'Asesinos natos', no és menys cert que les visites de Joan Carles a Moçambic són també de pel·lícula (i mala).

Al loro...

"No fue el único animal abatido por el monarca. El barón alemán Werner von Alvensleben había montado unos años antes en Mozambique, gobernado con puño de hierro por el dictador portugués António de Oliveira Salazar, una gigantesca reserva de caza del tamaño de Euskadi, a la que acudía la crema de la sociedad europea.

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El príncipe se estrenó con el rifle de caza mayor en África alrededor de 1962, cuando tenía 24 años. Su padre, Juan de Borbón, había trabado amistad en su exilio en Estoril con el experimentado cazador Manoel Posser de Andrade, miembro de la familia propietaria del mayor latifundio de Portugal: la Heredad de Palma, una finca de 200.000 hectáreas situada cerca de Setúbal. Posser de Andrade invitaba habitualmente a los Borbón a su hacienda, a la que acudían a disparar a perdices, zorros y jabalíes. Y un día, el cazador portugués sugirió al príncipe una escapada a Safarilandia.

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El portugués Víctor Cabral, uno de los mejores white hunters (cazadores blancos) de la llamada edad de oro de la caza en África, recuerda aquella época en la que Juan Carlos de Borbón perseguía leones, leopardos y elefantes en las colonias portuguesas. "Entre 1965 y 1975, cazar en Mozambique era relativamente caro, pero no para los españoles", rememora.

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José María Sanchís, "el único que podía poner la mano encima del hombro de Franco sin ser fusilado", según Cabral, era otro de los invitados a las cacerías. Sanchís, apodado El mago de El Pardo, acudía a los safaris con la hija de Franco, que estaba casada con su sobrino, el marqués de Villaverde. Allí reforzaba sus vínculos con el régimen, ya sólidos. Sanchís era un hombre de paja del dictador y ejecutaba sus órdenes como consejero de Petrolíber, hoy Repsol, y de Trasmediterránea, entre otras empresas.

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Las guerrillas marxistas-leninistas del Frente de Liberación de Mozambique y el Movimiento Popular de Liberación de Angola no dejaron ni un cazador en sus países. Cuando las sucesivas guerras civiles en las ex colonias terminaron y los científicos acudieron a ellas para estudiar el estado de su fauna, se encontraron con menguas generalizadas en todos los grupos de grandes mamíferos. En Mozambique el descenso llegó al 95%."